Mutinaea me acompañó en esto, y comencé a lamerle el coño en sus calzones de algodón y sus bragas casi todas mojadas, ya que su coño floreado estaba resbaladizo y ansioso. No me importaba su vestido, y no importaba que sólo quería volver a chupar su coño. Mutinaea bien podría ser un perro en este momento, sentado en mi regazo y lamiéndome el coño, y luego sacudiendo la cabeza con deleite mientras yo desataba un torrente de chupadas de polla de garganta profunda en su boca. Bajé más y más, hasta que estaba deslizando mi lengua para lamer toda su vagina, y luego, mientras continuaba mis ataques de gusto, empujé mi vestido más arriba, y lo deslicé por su ya húmeda raja, y luego subí más alto, fuera de mi sostén, y le bajé las bragas hasta los tobillos. Mutinaea gorgoteó mientras me la cogía ahí mismo en el fregadero, y no hubo ningún contacto, excepto el ocasional chirrido de sus bragas contra el plástico del plato. Había tanta fricción que seguí deslizándome sobre su punto G, que también se sentía bien, y sus muslos seguían apretándome el culo e impidiendo que me metiera demasiado en ella hasta que Mutinaea se deslizó sobre mi cara, levantó la mano y volvió a girar mi cabeza sobre su culo, y yo me quedé allí mientras ella se iba a follar su propio coño...