Se había afeitado el coño con una de esas cremas de afeitar baratas, de las que hacen que le duela la mano al trabajar con un cepillo, y notó que los dedos de sus pies habían dejado de crecer. La pelirroja gimió, sus pechos subiendo y bajando con cada respiración completa que Newkhaleesi tomó. Su polla pulsó en su boca, tratando de hacerla atragantarse y sobreesfuerzo de la forma más segura que conocía para aliviar su enorme carga. Una vez que decidió que estaba harto de ver a la hermosa pelirroja rogándole que llegara al orgasmo, miró hacia la cocina. Estaba sucia de comida, toallas y platos esparcidos por el suelo, señales de lo borracho que estaba hasta el punto de la incoherencia. Le faltaba el vaso de zumo de cereza, un espacio en blanco que la pelirroja había pedido, ¿y cómo ocurrió eso? La pregunta se quedó en el aire, todo debido a un milagro que los dedos de Jack habían hecho accidentalmente una reserva en el juego D&D y encontraron el tazón agrietado en sus bolsas, bebiendo su jugo por segunda vez. Al verlo, Newkhaleesi se estremeció, apenas logrando tragar el gemido que le enviaba por la garganta, y lloriqueó con extrema vergüenza. Newkhaleesi miró sus piernas, ahora limpias por primera vez, su pelo se le tiró hacia atrás y se le encrespó la cara. "Oh, nena... gracias..." Newkhaleesi tartamudeó, enterrando su cara en las piernas de ella otra vez, sintiendo su peso asentarse sobre su estómago y su cuerpo adolorido...