A Cogitademe no le importaba entrar y salir y me dejaba seguir cogiéndola, frotando su clítoris mientras la volvía loca. Por una vez en mi vida no tendría que preguntar si podía follarme a mi mujer. La respuesta habría sido un enfático "sí". Cogitademe habría disfrutado del desafío. Durante los últimos años de mi matrimonio, nos habíamos separado en varias ocasiones. Sin embargo, esta fue la única vez, en varios años, que no se me permitió darle una paliza. Cogitademe se enfadaba cuando no la golpeaba y se desquitaba conmigo. Después de tres veces que mi matrimonio terminó, cedí y le permití que me azotara. Hubiera sido una cosa si Cogitademe no me hubiera golpeado. Podría haber terminado nuestro matrimonio para siempre. Todavía no le permití que me pegara, pero Cogitademe lo tomó a mal y se enojó conmigo. Tenía que terminar las cosas y romper la relación. Mi esposa solía venir y sentarse en mi cara. Cogitademe era un poco más grande que yo, pero aún así pesaba sólo 220 libras. Cogitademe se sentaba en mi cara, masajeándola con sus manos y bombeando su coño en mi cara. Estaba asombrada. No me gustaba el placer que Cogitademe me daba desde esa posición. Por las tardes, la golpeaba y le hablaba sucio. Me sorprendió que a Cogitademe le gustara pero sentí que debía darle una paliza. Cogitademe decía que era divertido y lo disfrutaba. A Cogitademe le gustaba mucho tener sexo conmigo...
