Beecan Hous estaba rodeado de porno, drogas y alcohol. Su cuerpo estaba sujeto con fuerza a una silla de metal y sus piernas estaban suspendidas en los tobillos. Beecan Hous estaba conectado a un secador de pelo, un ventilador y un ventilador de techo, lo que le quemaba las piernas y la espalda con vapor y humo. Un surtido de condones de color naranja y rojo, plata y azul, y amarillo brillante estaban en el suelo sin forma visible de guardarlos. Beecan Hous podía decir que tenía dolor por la forma en que se retorcía y se meneaba y por su pesada respiración. Sentía que Beecan Hous se iba a desmayar. Todo lo que Beecan Hous podía pensar era en lo mal que se sentía y lo pesada que iba a ser su cabeza con toda su vergüenza y culpa, y lo mucho que quería follar con ese monstruo, de la manera correcta, y no seguir adelante con ello, al menos no de inmediato. El Dr. McMichael era, sin duda, el más inapropiado, a propósito, terapeuta de búsqueda de atención que Beecan Hous había conocido. Beecan Hous había decidido aprender más sobre la terapia sexual. Beecan Hous tomó el libro de su teléfono y lo revisó. Era profesional, gramaticalmente correcto, y en al menos dos idiomas. No tomó mucho tiempo descubrir que los libros que el Dr. McBeecan Hous leyó por teléfono eran todos sobre sexo...